“La libertad tiene un precio muy alto, y es la soledad”.
Chavela Vargas
La razón por la cual muchos estamos solteros y disfrutando de la soltería algunas veces y padeciéndola en otras, es que ya no estamos dispuestos a concederle los derechos de propiedad a nadie, somos independientes económicamente como para aceptar que nos condicionen. Me gustaría ver que estamos aprendiendo a ser libres, a vivir de manera individual, con pareja o sin ella.
Si no tenemos la oportunidad de tener una pareja para toda la vida, pues tendremos que vivir la experiencia por partes.
La verdad es que nuestra cultura no es precisamente respetuosa de la libertad.
En nuestro país esposo es sinónimo de jefe, es quien toma las decisiones importantes, y esposa es sinónimo de dueña, celadora, domadora y shalalá.
Es cuando estamos en una reunión y sale a relucir el humor, cuando nos damos cuenta de la verdad, por que en una conversación formal nadie se explayaría como lo hacemos con los chistes; a eso yo le llamo la neta y los psicólogos le dicen verdad disfrazada.
Lo que me parece urgente, es dejar de formar a nuestros hijos con patrones machistas, para eso, las mujeres tenemos que cambiar el programa mental de educación, porque si estamos viviendo en un país de machistas es porque las madres, quienes somos las principales educadoras son machistas, aunque ellas mismas, más tarde serán las víctimas del maltrato y del abandono.
Siempre he creído que la libertad no tiene por qué estar en contra de los valores, de hecho, me parece que los valores retomarían fuerza en la sociedad si aprendiéramos a respetar la libertad. Eso no tiene nada que ver con la igualdad, yo no promuevo la igualdad, porque simple y sencillamente no somos iguales.
Hace algunos meses un pretencioso pretendiente se atrevió a invitarme a viajar; así sin más razones que por exhibirse como un hombre de mundo, al principio me pareció una broma, pero cuando me di cuenta de que hablaba en serio pensé: ¿quién educaría a este pobre imbécil? (confieso que sentí curiosidad por ver hasta donde llegaría con su propuesta), lo dejé continuar y después de un rato de presunciones le pregunte:
- ¿Por qué crees que yo viajaría contigo?
- Porque eres una mujer liberal.
- Estás equivocado soy una mujer liberada, no liberal.
- Es lo mismo.
- No, claro que no, suena igual pero no es lo mismo.
- Para mi sí, si has viajado por el mundo sola, ahora lo puedes hacer conmigo.
Confieso que no me había topado antes con un espécimen de tal arrogancia. La conversación duró el tiempo que tardamos en comer y me despedí.
Qué mala suerte para el desafortunado individuo porque después descubrió la integridad de la persona con quien había cometido un gravísimo error, y por más oportunidades que solicitó para enmendar su falta, ahora solo lo saludo con cortesía cada vez que lo encuentro.
¿Quién educa a estos machos, patanes e insolentes hombres?
Respuesta: Las mujeres.
Si esa propuesta la hubiera recibido unos años antes me habría sentido ofendida en lo más profundo de mi integridad moral.
Es una verdadera bendición el que hoy pueda decir que soy una mujer libre de ataduras, de estructuras sociales y de culpas. Porque hoy más que nunca, soy una mujer que se respeta a sí misma y nunca por mi mente ha pasado la idea de ser liberal.
Afortunadamente también conozco a muchísimos hombres preocupados por mejorar la reputación de su género. Dedicados a educar hijos e hijas con otra visión; una más equitativa y ocupados en brindarles oportunidades para crecer en pareja de manera individual.
Hagamos lo necesario para que las mujeres no busquen a un marido para que las mantenga y que los hombres no busquen a una mujer para que les lave la ropa.
Para que cuando sea de esa manera, lo sea por convicción y porque es lo mejor para la familia, porque los niños de éste país necesitan crecer en ambientes familiares respetuosos de la libertad.
México necesita hombres y mujeres con nuevos esquemas de educación.
Yo quiero ser parte de este cambio, de esta nueva corriente de ciudadanos libres, independientes, y respetuosos.
Y si eliges vivir en compañía con alguien que sea por el placer que esto te produce y no por dependencia económica, miedo a la soledad o por comodidad, (o por tus hijos).
La libertad no cobra ningún precio, seremos dichosos si aprendemos a disfrutar de la soledad. Te regalo una frase que siempre tengo presente:
“Si te sientes solo cuando estás solo, es por que estás mal acompañado”.
¡Que la fuerza del amor nos acompañe siempre!
Marina Saucedo Mondragón
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