sábado, 22 de mayo de 2010

LA CRISIS



A mediados del año pasado me harté de escuchar la palabra crisis, la palabra recesión y otras más que no tiene caso mencionar; entonces inicie una campaña para no hablar de la crisis: cada vez que estoy platicando con alguien y sale la crisis, cambio de tema y pregunto por la familia, por el clima, por alguna película o por algún libro.

A partir de ese momento, decidí que no quería escuchar más de la crisis. Desde luego que la campaña que inicié no ha pagado mis cuentas, ni ha cubierto mis gastos, el beneficio obtenido es que ya no vivo con angustia e incertidumbre porque nadie tiene dinero.

La cuesta de enero no será menor por estar hablando de ella, invocarla todo el día no la hará desaparecer, al contrario, así que elijo desechar toda conversación al respecto. Porque aunque sé que existe, mi angustia no ayudará a resolverla.
 Por qué no en lugar de pensar en la cuesta de enero, pensamos en los bienes adquiridos, los beneficios obtenidos y la oportunidad de aprender a administrarnos.

En lugar de hablar de todo lo que nos falta, mejor valorar todo lo que tenemos.

Y si alguien quiere hablar de desempleo, pues es una excelente oportunidad para valorar el trabajo de quien nos está dando lo necesario para subsistir.

Sí percibo una crisis en el país, pero es de actitud, estamos empeñados en quejarnos, y quejarnos y quejarnos.

También percibo una crisis de cultura, de educación y de disciplina.


La corrupción que nos ha tomado, no es solo culpa del gobierno; aún cuando sucediera un milagro y nos cambiaran a todos los ministerios públicos del país, a todos los policías y funcionarios públicos, los ciudadanos volveríamos a corromperlos, porque somos nosotros quienes pagamos los sobornos por comodidad, flojera o mediocridad.

Estoy de acuerdo en exigir mejores gobernantes, pero qué sucedería si los gobernantes exigieran mejores ciudadanos.


Qué pasaría si un día los gobernantes hacen un plantón porque los ciudadanos no pagan impuestos, no respetan los semáforos, se roban la luz, o tiene hijos delincuentes.

Qué sucedería si los padres que no envían a sus hijos a la escuela fueran sancionados por no permitir que sus hijos aprendan. Mi sueño en la vida es que los maestros hagan manifestaciones por mejorar la educación, por aumentar las horas de clase, por mejorar su calidad académica y conocimientos generales. Y si existen los milagros, que tengan buenos modales. Eso sería un verdadero lujo.

Hace unos días tuve la oportunidad de ver una propuesta de distribución de golosinas y frituras en la ciudad de México, la cual se extenderá a varios estados; la captación que esperan es verdaderamente mounstrosa, la pregunta obvia fue: ¿y de dónde saldrá todo ese dinero? Resulta que el dinero que las familias emplean en chicles, dulces y chicharrones les causa un grave impacto a su economía, a estos hay que agregar las bebidas embotelladas, los refrescos y las sodas, según el estado de la república.


Sin embargo, no he escuchado a nadie quejarse por eso.

La crisis de enero, no solo es económica, es de actitud, es de educación, es de cultura, es de valores. Y no solo durará el mes de enero, si no nos aplicamos, durará toda la vida.

Desde que tengo memoria, el país ha estado hundido en una crisis económica, cuando era niña esa era la razón por la cual mis padres aprendieron a ser muy administrados, por la misma razón, nos enseñaros a no desperdiciar nada; desafortunadamente para mi y para mis hijos, esa parte no la aprendí muy bien que digamos.

Hace unos días recordando a mi padre en una reunión de hermanos me repitieron una frase que él nos decía muy a menudo; cuando solo nos escuchaba hablar de dinero, nos decía: “nacimos encuerados, la ropa que traemos puesta es ganancia”.

Mi padre nunca fue conformista, fue un hombre que dejó todo lo que tenía en el rancho para establecerse en la ciudad porque no quería que los hijos que le quedaban murieran por falta de atención médica. Nos enseñó a trabajar, nos educó para ser honrados y honestos y nos invitó a amar a Dios.

En su humilde opinión, no necesitábamos nada más.


¡Que la fuerza del amor nos acompañe siempre!



Marina Saucedo Mondragón.
Escritora, locutora y Actriz de Doblaje.

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