martes, 18 de mayo de 2010

CUANDO LA ENVIDIA NOS CORROE




Escogí la envidia para hacer mi análisis, inspirada en una experiencia que viví hace apenas unos días.


Al llegar al gimnasio para hacer mi rutina de ejercicios, un par de amigas (amigas entre ellas), me vieron de arriba a abajo, o sea me escanearon con la mirada, luego se miraron entre sí, se acercaron y comenzaron a murmurar sin ninguna discreción. Unos días más tarde, volvimos a coincidir en otra actividad, al llegar a la clase de ritmos latinos, encontré un espacio libre justo frente a ellas y obviamente lo tomé, cosa que les indignó a tal grado que abandonaron la clase y se retiraron del salón.


Estoy acostumbrada a este tipo de reacciones, mi presencia casi siempre causa un efecto en las personas, porque al llegar a algún sitio todas las miradas voltean hacia mi como si tuviera un imán, algunos me ven con interés o simpatía, otros (otras) me ven con envidia y otros parecen indiferentes, y digo parecen, porque platicando con alguien de quien yo pensaba que no me tenía ubicada, resultó más que enterado de mi persona.


No se cual es la razón, y la verdad no me importa tanto, porque me gusta ser quien soy, he actuado en consecuencia de lo que quiero tener y no tener en mi vida, me siento cómoda conmigo y me gusto muchísimo.


Sin embargo me pregunto porqué algunas personas permiten que emociones tan nocivas como la envidia, la falta de autoestima y los celos, les impidan llevar una vida emocionalmente sana.


Cuando gastamos nuestro tiempo viendo hacia fuera y envidiando lo que los otros son, perdemos la oportunidad de valorar nuestras propias cualidades.


Todo es cuestión de actitud… En lugar de envidiar la figura esbelta de la vecina debo adoptar un estilo de vida más ordenado al comer, invertir un poco de tiempo en hacer ejercicio, en mejorar el estilo de vestir, los cuidados de la piel, y shalalá.


Me indigna cuando escucho que alguien  declara: “no hay mujeres feas, hay mujeres pobres”.


¡Falso! Absolutamente falso, falso y ofensivo, la belleza se irradia y se destila por la piel.

Una persona bella te hace sentir bien cuando estas con ella, no importan sus rasgos físicos.


Hay mujeres fodongas, eso si, y muchísimas, todas hemos pasado por ese estilo “casual”, entiéndase bien “fachoso”, y algunas se quedaron ahí da manera permanente.


Muy respetable, si eso te hace feliz, pero si sentada en tu cómodo estilo “casual” te pasas  criticando y envidiando a las que sí invierten tiempo en su persona…

Revísalo. Si te choca te checa, dicen algunos especialistas.


La envidia causa malestar, porque deseamos lo que el otro tiene, este malestar causa enojo, tristeza y pesar cuando vemos en otros lo que desearíamos para nosotros, entonces en lugar de tomarlos como ejemplo los odiamos, sólo que ellos sí han trabajado para obtener los beneficios, las cualidades, o las propiedades tan anheladas.


Y si estos bienes son adquiridos en automático o sin ningún esfuerzo, un buen cuerpo, una cara bonita, inteligencia o habilidad, una fortuna heredada… ¡Zaz! Eso empeora la situación porque esto hace que los odiemos aún más.


Todos hemos escuchado comentarios verdaderamente atroces, pobres, indignos e injuriosos de algún compañero de trabajo, o de algún amigo, y en el peor de los casos de algún hermano. ¿Y tú que hiciste al respecto?


¿Por qué la envidia duele tanto?

 
Un día escuchando a alguien decretar una larga lista de maldiciones y deseos contra el porvenir de su interlocutor para que éste fuera fatal, declaró: -“Porque hay un Dios.”

Entonces pensé en la flojera que debe darle a Dios su chamba algunos días, y el tener que escuchar peticiones tan absurdas.


Sin ir más lejos, sé de personas que se han tomado el tiempo y la molestia de hacer rituales de magia para que el odiado (o sea yo) pierda todo lo que posee. ¡Que güeva!


Que manera de perder el tiempo, tiempo valioso para invertir en tu persona y ver qué es lo que te gustaría mejorar en tí, como te gustaría ser, como te gustaría lucir, hasta donde quieres llegar.


-¿Cuando aprendemos a envidiar y porqué razón?


En la vida hay cosas que se aprenden y hay cosas que se maman, la envidia se mama.

Es en el seno familiar en donde aprendemos a envidiar, nos entrenan desde la infancia a través de las comparaciones; para desear algo mejor de lo que tienen los otros, de pequeñitos a tener un mejor juguete que el amiguito, un poco después la mejor bicicleta del vecindario, una mejor calificación que la del hermano, luego la novia más bonita, más tarde el mejor esposo, un mejor auto, perdón camioneta, la mejor casa y shalalá.




Y si le ponemos atención a los medios, que ya son más de manipulación que de comunicación…


Una eterna juventud, una figura perfecta, una exagerada comodidad, una vida sexual digna de dioses del olimpo; te provocan para comprar todo, te hacen sentir que si no estas a la moda no eres nadie…

Nada en la vida es una casualidad, todo es causa y efecto, designio, ley de atracción o como gustes llamarlo.


Si sientes envidia, atraes gente envidiosa.

 
Si tienes vicios, atraes personas con adicciones.


Si te quieres, te aceptas y te cuidas, atraes gente buena, sana y afectiva.



Una persona sana y afectiva se alegra de tu alegría, se regocija con tu crecimiento, te admira y te respeta, es feliz cuando eres feliz y llora cuando tú lloras.


Una persona sana no pensaría en limitar tus sueños, en cortar tus alas, alguien que te quiere no te obliga a quedarte en un lugar donde ya no tienes nada que aprender, no te hostiga para dejar de lucir hermosa.


Una persona envidiosa siempre está hablando mal de otros, los envidiosos siempre están comentando chismes, inventando intrigas y gozan con el sufrimiento de los demás. Te odian porque no soportan ver tu crecimiento, tu belleza ni tu brillo.


Y tu, ¿de que hablas cuando estas con tus amigos?



¡Que la fuerza del amor nos acompañe siempre!


MARINA AZUL CELESTE
(Marina Saucedo Mondragón) octubre 2009

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