domingo, 1 de agosto de 2010

Cómo me haces falta...

Hace mucho que no escribo, cuando me preguntan la razón al no encontrar una respuesta, uso entonces una buena excusa que siempre tengo a la mano:



- he estado muy ocupada, tú sabes el trabajo.


No fue posible alargar más ese silencio, y no fue por voluntad propia; escuché un disco con canciones de amor y dolor, que no elegí yo por cierto, cuya letra de las canciones, frases y súplicas al ser amado me obligaron a escarbar con delicadeza dentro de mí hasta encontrar la razón por la cual he estado enmascarando la verdad.




La verdad es que he estado evadiendo la verdad; evitando mi mirada cuando estoy frente al espejo; me visto, me peino y lo más pronto posible me maquillo pues no resisto esa mirada paciente que me cuestiona cada noche y cada mañana esperando una respuesta.


Como ironía, hace unos días un amigo me dijo que soy una mujer muy valiente, por supuesto que mi ego se elevó de momento, pero después no solo volvió a su lugar sino que bajó un nivel cuando comprendí mi confusión: no soy valiente soy una mujer fuerte. Eso sí,  porque he tenido la fortaleza para levantarme una y otra vez; por mantenerme firme y de pie durante batallas despiadadas y sangrientas; he sido fuerte por continuar con el peso de una responsabilidad que no es sólo mía y, por guardar mis lágrimas mientras seco las de mis hermanos y amigos más amados.


Verdaderamente se necesita fortaleza para iniciar una carrera a los 40 años; para cambiar por completo tu ritmo de vida, tu rutina, tus campos de acción; para reconocer y aceptar que aquellos amigos no eran tus amigos.


Pero valor… no tengo, en realidad soy cobarde; tiemblo al pensar que podría volver al mismo lugar del que salí huyendo, quizás por eso salgo corriendo cada vez que me siento agusto con el abrazo de alguien, temo que ese bienestar me haga bajar la guardia.


Podría jurar que hago mi mejor esfuerzo para superar mis miedos, aún así no me atrevo a decir: me gustas; en realidad temo que asuste una explosión de sentimientos y retrocedan, luego entonces quedarme con mi ilusión a medias… no sé si podría soportarlo una vez más.


Sentí ganas de llorar al cantar una canción cuya letra dice: Cómo me haces falta… no por la letra de la canción que de por sí es triste.... es más triste no tener a quién decírselo. Por supuesto que no fue casualidad que precisamente ése disco estaba guardado al final de la colección.

 Es maravilloso cuando alguien tiene valor y declarar su amor, su dolor o su tristeza con una canción, un poema o una historia; una larga caminata inicia con el primer paso, hoy me armé de valor y decidí publicar mis miedos, mis temores y mis anhelos.



Sólo por hoy sé que debo enfrentar mis miedos, ya no puedo renunciar al amor, al placer… a vivir. Sólo por hoy he sido valiente y con valor confieso que descubrí algo más:


Cómo me haces falta…


¡Que la fuerza del valor nos acompañe siempre!

No hay comentarios:

Publicar un comentario