domingo, 8 de agosto de 2010

Los Celos y los Mitos del Amor

Hace unos días retomé un tema que me ocupa porque afecta a la sociedad entera: los celos.

Los celos son el ingrediente básico del machismo, práctica que no es exclusiva de los hombres. La celotipia en sus fases más destructivas es una conducta bastante aceptada y tolerada en nuestra sociedad, bajo el mito de que los “celos son los guardianes del amor”.


Cuando era niña me hicieron creer que al conquistar a un hombre lo tenía que “cuidar” para que no se fuera con otra; a su vez él me tenía que “cuidar” a mí y de esta forma vivir como dos burros amarrados de la cola. También me dijeron que celar era muestra de amor y de interés hacia la persona amada.


Aparentemente aprendí todas las formas posibles de manipulación, chantaje y masoquismo como si hubiera seguido las instrucciones de un manual.


Afortunadamente estamos en una era de adelantos científicos, tecnológicos y psicológicos, y encontré las versiones más actualizadas de mi manual; me quedé verdaderamente sorprendida y avergonzada, (digamos que si hubiera sido un enfermo y yo la médica, el paciente ya estaría muerto).


Es un verdadero esfuerzo el que se tiene que hacer para no manipular a nadie intentando así que se quede a tu lado y viceversa, que nadie tiene el derecho de “amoldarte” a su forma de ser.


Si tu pareja cela a tus amigos es porque sabe que a ellos les confiesas tus sentimientos, emociones y les confías tus secretos, signo de que no te ama y no te respeta. Los celos son un sentimiento que nos mantiene atorados en medio de un muladar emocional, en donde cada movimiento que hacemos nos atasca y enloda aún más.


Contrario al amor, los celos son egoísmo, soberbia, envidia, odio, orgullo, prepotencia y shalalá.


Todos hemos visto a un niño haciendo un berrinche y una gran pataleta para manipular a sus padres; igualmente hemos visto a un niñote, o una niñota haciendo un berrinche y una pataleta para manipular a su pareja.


De la misma manera en la que le decimos al niño que tiene todo el derecho de llorar, gritar, arrastrarse, patalear y revolcarse hasta que se canse y acepte que lo que está pidiendo en ese momento no se le puede dar (o en ningún momento); de esa misma manera le podemos decir al niñote o a la niñota, que tiene todo el derecho del mundo de llorar, gritar, arrastrarse y revolcarse hasta que se canse y, comprenda que en ese momento no se le puede dar lo que está exigiendo (o en ningún momento); que cuando termine de hacer su berrinche y piense con objetividad, entonces será el momento de sentarse a negociar amorosamente.




Con frecuencia me sorprendo pensando en la fantasía de que existe una pareja perfecta para cada individuo.


La pareja será perfecta si no tiene intenciones de cambiar nada en ti; la pareja perfecta será aquella con la que puedas negociar amorosamente, la que respete tu libertad, tu autonomía y haga respetar la suya.


Es un mito el amor incondicional, porque nadie ama incondicionalmente; el amor no es sumisión, es generosidad.


Y como dijo Gabo:
Sólo por que alguien no te ame como tú quieres, no significa que no te ame con todo su ser.

O como digo yo:
El amor no tiene que ser un yugo, si bien podría ser una aureola.






¡Que la fuerza del amor nos acompañe siempre!


Marina Saucedo Mondragón
Escritora, Locutora y Actriz de Doblaje

domingo, 1 de agosto de 2010

Cómo me haces falta...

Hace mucho que no escribo, cuando me preguntan la razón al no encontrar una respuesta, uso entonces una buena excusa que siempre tengo a la mano:



- he estado muy ocupada, tú sabes el trabajo.


No fue posible alargar más ese silencio, y no fue por voluntad propia; escuché un disco con canciones de amor y dolor, que no elegí yo por cierto, cuya letra de las canciones, frases y súplicas al ser amado me obligaron a escarbar con delicadeza dentro de mí hasta encontrar la razón por la cual he estado enmascarando la verdad.




La verdad es que he estado evadiendo la verdad; evitando mi mirada cuando estoy frente al espejo; me visto, me peino y lo más pronto posible me maquillo pues no resisto esa mirada paciente que me cuestiona cada noche y cada mañana esperando una respuesta.


Como ironía, hace unos días un amigo me dijo que soy una mujer muy valiente, por supuesto que mi ego se elevó de momento, pero después no solo volvió a su lugar sino que bajó un nivel cuando comprendí mi confusión: no soy valiente soy una mujer fuerte. Eso sí,  porque he tenido la fortaleza para levantarme una y otra vez; por mantenerme firme y de pie durante batallas despiadadas y sangrientas; he sido fuerte por continuar con el peso de una responsabilidad que no es sólo mía y, por guardar mis lágrimas mientras seco las de mis hermanos y amigos más amados.


Verdaderamente se necesita fortaleza para iniciar una carrera a los 40 años; para cambiar por completo tu ritmo de vida, tu rutina, tus campos de acción; para reconocer y aceptar que aquellos amigos no eran tus amigos.


Pero valor… no tengo, en realidad soy cobarde; tiemblo al pensar que podría volver al mismo lugar del que salí huyendo, quizás por eso salgo corriendo cada vez que me siento agusto con el abrazo de alguien, temo que ese bienestar me haga bajar la guardia.


Podría jurar que hago mi mejor esfuerzo para superar mis miedos, aún así no me atrevo a decir: me gustas; en realidad temo que asuste una explosión de sentimientos y retrocedan, luego entonces quedarme con mi ilusión a medias… no sé si podría soportarlo una vez más.


Sentí ganas de llorar al cantar una canción cuya letra dice: Cómo me haces falta… no por la letra de la canción que de por sí es triste.... es más triste no tener a quién decírselo. Por supuesto que no fue casualidad que precisamente ése disco estaba guardado al final de la colección.

 Es maravilloso cuando alguien tiene valor y declarar su amor, su dolor o su tristeza con una canción, un poema o una historia; una larga caminata inicia con el primer paso, hoy me armé de valor y decidí publicar mis miedos, mis temores y mis anhelos.



Sólo por hoy sé que debo enfrentar mis miedos, ya no puedo renunciar al amor, al placer… a vivir. Sólo por hoy he sido valiente y con valor confieso que descubrí algo más:


Cómo me haces falta…


¡Que la fuerza del valor nos acompañe siempre!